Ayer en Khartoum tuve una larga conversación con mi amigo Mohamed Nureldin, el fotógrafo del Sudán, dicho expresamente así con toda su connotación única y de momento inigualable. Fueron más de seis horas ininterrumpidas de reflexiones sobre Sudán, Darfur y la fotografía, con una de las personas que a pesar de su cincuentena larga no ha perdido un ápice por su pasión profesional.
Es el corresponsal gráfico en Sudán de la agencia Reuters y un entregado a la justicia social y a la paz de su país. Usa su cámara para manifestar sus preocupaciones y reflexiones y no tiene ningún miedo a rechazar aquello que no encaja con sus principios.
Mohamed Nureldin siempre ha descrito su país con imágenes de una impresionante amplitud técnica, grandes espacios que, con su lente preferida (16mm), dan aire a los personajes para que puedan actuar con libertad. Inmensos vacíos quietos y reflexivos son el paradigma de su trabajo que transmite poesía y verdad. Porque él, antes de fotoperiodista, es un artista con esa sensibilidad que muy pocos pueden imitar.
Por ello, seguirá ostentando el título de el fotógrafo del Sudán por una larga temporada más.
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