El proyecto de Nova Tracjusa (en Juneda, Lleida) ha ocasionado posiciones confrontadas ya veces poco sostenidas.

Vivimos unos tiempos en los que las opiniones están saltando por los aires. Cuesta poco lanzar una frase lapidaria y, en cambio, mucho más leer, documentarse y escuchar para formarse un posicionamiento más sólido y bien fundado. Hay que detenernos y, más bien, parece que tenemos prisa por esbozar nuestra opinión. Demasiada prisa. Y la prisa no es buena amiga de las soluciones, sobre todo en un contexto de proyectos que también se cocinan a alta velocidad.
El dilema está servido. Plantas de biogás, planes de renovables en suelos agrícolas y proyectos como el de la gasificación de residuos en la planta de Tracjusa (en Juneda, Lleida) son temas a abordar con serenidad y rigor. Los debates, manifestaciones, conferencias y declaraciones se convierten en unidireccionales. No hay diálogo entre ambos lados. Y hablo de diálogos fructíferos. Puntos de encuentro real en los que entendamos bien todos los posicionamientos. Y lo que se publica en muchos medios de comunicación está fundamentado en voces poco preparadas y con frecuencia politizadas.
Sobre Nova Tracjusa hay mucha visceralidad, sin entender bien, ni siquiera conocer con garantías, qué se hará en Juneda, si existen alternativas viables (para los ganaderos y para el territorio) y, sobre todo, si lo escrito sobre el papel se cumplirá en la realidad. Tampoco sabemos si los controles serán exigentes ni si finalmente se traerán residuos de todo tipo y de ciudades lejanas. Y, por último, habría que reconocer que este proyecto es el resultado del modelo de sociedad que tenemos. Aquí todos tenemos nuestra responsabilidad, tanto como productores y consumidores. Nadie tiene las manos limpias.
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