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Puerca realidad

Un garrí mama de la seva mare a una granja d'Arbeca
Un cochinillo es amamantado por su madre en una granja de Arbeca. © Albert González Farran

Televisió de Catalunya sorprendió (y enfadó) a casi todo el sector porcino catalán con la emisión a principios de año de un trabajo periodístico que denunciaba la ingente producción cárnica en nuestro país. Bajo el sugerente título de Porca Misèria, los autores del documental hicieron una radiografía tachada por muchos parcial y tendenciosa. Es cierto que este trabajo obvia la gran complejidad del sector porcino, pero parte de una realidad en la que todo el mundo está de acuerdo: la producción se encuentra en los límites. El mapa de granjas está literalmente saturado en Cataluña, tanto a consecuencia de un rápido aumento del ganado durante las últimas décadas (atraído por unos beneficios económicos suculentos), como por unas normativas medioambientales que restringen cada vez más la proliferación de nuevas explotaciones. La situación está provocando ahora un cambio en el mapa productivo de nuestro país, favoreciendo la concentración de las granjas (cada vez mayores y rentables) en pocas manos. Las explotaciones familiares, las de toda la vida, aquellas que históricamente ayudaban a los agricultores a sobrevivir, está desapareciendo paulatinamente y vendiéndose a las grandes firmas cárnicas. La falta de relieve generacional y la imposición de un mercado que exige una producción mecanizada e intensiva están favoreciendo únicamente a las multinacionales y los grupos de inversión y relegando al ganadero a ser un simple peón.


Ésta es la cruda realidad que está ofreciendo el campo catalán, no sólo en el sector porcino, sino de forma general en el ámbito agroalimentario. Los mercados internacionales, la sequía, el aumento de costes y (nuevamente) la falta de relieve están haciendo que el campo se vierta al latifundismo y, en consecuencia, al cambio de un paisaje que después está ocasionando hechos como las inundaciones y riadas que se vivieron en Poniente a principios de septiembre.


En aras de una soberanía alimentaria que en nuestro país se encuentra en cuidados intensivos y de la preservación de un modelo productivo sostenible, tanto para el medio ambiente y como para las clases medias, la administración debería intervenir y ordenar los desequilibrios del sector agroalimentario catalán. Y esto debería ocurrir antes de que se llegue a un punto de no retorno, antes de que se extingan por completo los pequeños ganaderos o agricultores, los únicos capaces de preservar un modelo más equilibrado, que frene la intromisión de las grandes empresas terratenientes o los grupos inversores multinacionales dispuestos a imponer su desfrenada realidad.

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