Era de Darfur, duro como una piedra y cariñoso como un niño. Pero murió de una forma repentina, que a todos nos ha sorprendido.
A Emadeldin Rijal le llamaban la Roca, porque era fuerte, lleno de vida y energía. Pero por dentro era blando como un niño, tan pacífico y reposado que siempre se dejaba llevar sin quejarse.
Hace un par de días, sin avisar, nos dejó a todos de forma repentina. Murió rápidamente y de forma fulminante y dejó un gran vacío en casa y entre los amigos y colegas.
Emad era la Roca de Darfur, un hombre con la integridad y el orgullo que caracteriza a los hombres de esta tierra.
Estaba preparado para asumir todos los retos que se le pusieran por delante y, sobre todo, estaba comprometido a ayudar a su pueblo con las mejores herramientas que tenía a su alcance.
Se le echará de menos. Su corta vida tuvo un gran sentido y me acompañó unos años. Su muerte nos enseña que aquí en el mundo estamos sólo un rato, sin mucho tiempo que perder en absurdidades.
Hasta otra, amigo.
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